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Extremadura grita unida en Madrid
por un tren digno

Extremadura grita unida en Madrid

Un autobús lleno de talayuelanos y talayuelanas se desplazó hasta Madrid para participar en la jornada, entre los que se encontraban Raúl Miranda, alcalde de Talayuela, y varios concejales del Ayuntamiento

antonioj. armero

Domingo, 19 de noviembre 2017, 12:59

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Nunca tantos extremeños madrugaron tanto un sábado para ir todos al mismo sitio. Y por voluntad propia. Miles abrieron ayer medio ojo antes de que amaneciera. Cientos de teléfonos móviles infartaron a sus dueños con alguna melodía diabólica. Marimba quizás; o algo con un nombre aún más hortera. Decenas de despertadores clásicos fueron apagados como se ha callado a los despertadores, y arreglado las televisiones, toda la vida: con un manotazo en todo lo alto. No hay despertadores agradables. Ni siquiera ayer, 18 de Noviembre del año 2017. El día en el que una región que históricamente ha mostrado la agilidad de un tanque averiado a la hora de manifestarse masivamente, se desperezó. Y se quitó el pijama y se lavó la cara y se fue a Madrid. No de compras ni a conocer el Wanda Metropolitano con un Atleti-Madrid ni a visitar el zoológico con los niños, sino a manifestarse.

Fueron 40.000 según la Junta (PSOE) y 6.000 -o sea, seis veces menos- a criterio de la Delegación de Gobierno en Madrid (PP). Las querencias políticas inclinarán a unos hacia la cifra alta y a otros hacia la baja. Y probablemente, a otros muchos les importará poco o nada esta batalla numérica y se quedarán con un hecho cierto: es la primera vez que Extremadura protagoniza algo así en Madrid.

Miles de pacenses y cacereños se juntaron ayer en la plaza de España, o sea en el centro de la capital del país, para pedir un tren digno. No un AVE como el que disfrutan desde hace un saco de años en otros sitios del país, sino un ferrocarril digno. Uno que no se pare una tarde de agosto en mitad del campo. Uno en el que la cisterna del váter funcione siempre, y que tenga una máquina de chucherías que no te afane las monedas. Y que sea puntual.

Aunque puede que esto último sea mucho pedir, visto lo visto. Ayer se la pusieron a Renfe y Adif como se las ponían a Fernando VII: era conocido que la prensa, y no solo la regional, andaba pendiente del tren en el que venía, entre otros, el presidente de la Junta. Había salido a las 6.10 de la mañana de Mérida. Tenía que llegar a Atocha a las 11.07. Y asomó a las 11.30. O sea, con 23 minutos de retraso. Bien, lo acostumbrado, dentro del margen de media hora que impide a los pasajeros de los regionales reclamar una parte de lo pagado por el billete. No era el caso porque se trataba de un servicio especial, pero hubiera tenido su gracia ver a unos y otros poner pie en tierra y encaminarse a una ventanilla para reclamar lo suyo, tal como llevan años haciendo miles de estudiantes, currantes, fiesteros, abuelas, hijas, hijos, novias, amigos, empresarios, parados... Gente que no le tiene miedo a nada en esta vida y viaja a Extremadura en ferrocarril.

En el fondo, que el tren más esperado ayer en Madrid llegara tarde fue un alarde de coherencia. Para cuando se detuvo en esos andenes grises, en otro punto de la ciudad, en la plaza de España, ya había jaleo. Muchas banderas extremeñas, música movida de fondo y la gente de los autobuses empezando a llegar.

Que siga la fiesta

Entre las siete y las once de la mañana, la autovía A-5 fue una procesión de autocares. Quienes hicieron el viaje en coche se pasaron más tiempo en el carril izquierdo que en el derecho. Y los dueños de las áreas de servicio entre Badajoz y Madrid deben estar haciendo plegarias para que los extremeños vuelvan a animarse con otro 18N. En la de Cazalegas, cerca de Talavera de la Reina, a las nueve y veinte de la mañana, una decena de mujeres hacían cola para entrar al baño.

Ya en la capital, el foco estaba puesto en la plaza de España, que a las once empezaba a bullir. Al final de la mañana, allí se habían juntado perfiles de todo tipo. Jubilados, jóvenes, residentes en Extremadura, emigrantes, familias con niños, grupos de amigos, los milanos bonitos... Había allí varias Extremadura.

Una de ellas es la de Gabriel González (27 años, de Cáceres) y Francisco Javier Cabo (33, de Badajoz). El primero es licenciado en Educación Física, ahora está en Cáceres preparándose para opositar y antes trabajó en Barcelona y Madrid. Como casi todo usuario más o menos habitual del tren extremeño, tiene su aventura que contar. En su caso, las carreras por Atocha para no perder el enlace con el AVE hacia la capital catalana. Como no hay mal que por bien no venga, se aprendió el camino y la segunda vez que le ocurrió pudo hacer de guía para un grupo de viajeros que estaban igual de apurados que él.

Ayer, Gabriel fue de Cáceres a Madrid en coche. «Mi madre no se quería perder esto, y yo tampoco». «Esto» es la concentración del 18N. «Yo no esperaba tanta gente, no recuerdo la última vez que vi tanta bandera extremeña junta», cuenta el joven. Su amigo, que estudió Diseño y con 28 años abrió su propio negocio en Madrid, dice que le gusta el formato elegido para intentar que España se entere del castigo ferroviario que sufre la región. ¿No hubieras preferido algo más llamativo, algo así como cortar una calle importante? «No, porque eso no van con nosotros -reflexiona-, está en los genes extremeños hacer las cosas de forma pacífica». Él ha cogido el tren para ir o volver a su tierra en un par de ocasiones, y no contempla volver a hacerlo. «Y una de las dos veces, además, se vinieron conmigo unos amigos de Alicante, que están acostumbrados a coger el AVE. Y de verdad que me daba vergüenza meterles en esos trenes... Yo no pido un AVE para Extremadura. Con un Alvia me vale».

Algo parecido, de hecho, decía una de las pancartas que daba color a la comitiva que se bajó en Atocha y caminó hasta la plaza de España. Era un grupo numéricamente discreto, poco llamativo en una ciudad como Madrid. Lo encabezaba una pancarta de seis metros de la Casa de Extremadura en Leganés. «La hemos comprado para la ocasión, la pedimos a Mérida», explica Emilio de la Cruz, el presidente del colectivo. Lleva en Madrid casi cuatro décadas, pero el sentimiento de pertenencia a su lugar natal se le sale de la camisa. Llegó a la capital en 1979 para trabajar como policía nacional, y vuelve a Salvaleón, su pueblo extremeño, casi todos los meses. En coche, claro está. «Tenemos un tren no del siglo XIX sino del XVIII -protesta-. Todas las comunidades están bien comunicadas con Madrid excepto nosotros. Y nosotros no pedimos independencia, pedimos un tren digno».

A la mitad más o menos de este grupo de andarines estaba Guillermo Fernández Vara. «La política -comentaba mientras caminaba- me ha permitido vivir el día más triste, que fue el de la riada de Badajoz, y también un día tan importante como el de hoy, en el que tengo una mezcla de sentimientos: felicidad, emoción, orgullo...». «Esta noche -por la del viernes al sábado- he pensado mucho en la gente de los pueblos que tenía que madrugar», apuntaba el presidente de la Junta. «Además de para conseguir un tren digno -añadía-, esto va a servir también para que la sociedad extremeña despierte, y el 18N, que ha sido un triunfo entre otros motivos porque los políticos nos echamos a un lado, debe tener continuidad».

Esto mismo, pero con distintas palabras, lo dijeron Pepa Bueno y Jesús Sánchez Adalid, encargados de leer el manifiesto consensuado por los firmantes del Pacto Social y Político por el Ferrocarril. O sea: PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos, UGT, Comisiones Obreras y la Confederación Regional de Empresarios en un inicio; y luego también la Federación Extremeña de Municipios y las dos diputaciones, 259 ayuntamientos y varias asociaciones.

«Hoy, mañana y cada día»

«El tren digno lo pediremos hoy, mañana y cada día hasta que sea una realidad, porque el tiempo de espera se ha terminado», recogía ese comunicado, que condensaba la reivindicación en tres puntos. El primero: la puesta en marcha «urgente» de la línea de alta velocidad Madrid-Badajoz-Frontera portuguesa. El segundo: la modernización, también «urgente», de la red convencional y la electrificación de las conexiones con Ciudad Real, Sevilla, Huelva, Portugal y la Vía de la Plata hasta Béjar. Y el tercero: trenes adecuados y mejores horarios para las líneas con salida y llegada en la comunidad.

Además, Sánchez Adalid introdujo un elemento en el puzzle: Cataluña. «España -comparó el sacerdote y escritor- es como una familia en la que hay un hermano mayor rebelde y egoísta hacia donde miran todos los ojos, y hay otros más pequeños que también tienen necesidades». Y Pepa Bueno regaló un par de apuntes sobre su antigua relación con los trenes extremeños. Cuando era una estudiante de Periodismo que iba de Badajoz a Madrid llegó a presentar más de doscientas quejas por el mal servicio. Y contó la historia de aquel día en que la máquina se averió y alguien de Renfe le aclaró la causa. «Lo que pasa -le dijeron- es que el tren está 'agarrotao'».

Algo así le debió pasar ayer al tren de Basilio Ronco, que viajó a Madrid en uno de los autobuses que salieron desde Casar de Cáceres. El tren de Basilio, en rigor el de su hijo de siete años, es un AVE. De juguete. A la una de la tarde, el hombre echó al suelo con mimo su bandera de Extremadura, y sobre ella plantó las vías y puso el trenecito a circular. Pero uno de los vagones descarriló. Entonces, terció Raquel Mena, su mujer. «Es que -aclaró- a este tren le pasa como al auténtico».

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